Por fin escribo buscando una salida;

Añoro el sabor a sangre en mi boca.
Añoro las lágrimas etílicas.

Y los rimbombantes pensamientos.

Añoro el sentir la música que cala mi alma.
Añoro la neblina espesa,
conduciendo el Megane blanco, alado
que no se convierte en semigrifo.

Añoro el pedir perdón
por creerme el arbitro del partido
que no se juega por inclemencias.

Añoro el dolor en mi espalda
cuando mis alas de ángel o demonio
de pronto aparecieron.

Añoro bañarme en ron.

Añoro la ciudad prohibida.
Moncloa, Bilbao, Salamanca.

En Ortega y Gasset no sale el sol
En Pardiñas la verja siempre abierta.

Pocos amigos en mi boda eterna

Hay un bar que no existe:
hace esquina en el trasnochar
tiene dos plantas
una de noche la otra ya de día.

Y los gramos de farlopa
los pasa un boxeador retirado
cuñado de un futbolista acabado
que entre raya y raya entrena
a los benjamines de los Salesianos

Añoro el tener tu teléfono en mi móvil
y poder atentar de vez en cuando.
Irlanda no es libre sin mi

Añoro escribir sin comas
y poner un punto y seguido al final

Dejar inacabada una miniatura
Una poesía inacabada
Una hacienda sin acabar.
A.J.Arroyo